sábado
Crecer se convirtió en nuestro peor castigo, nuestra memoria se iba llenando de recuerdos, de cada vez más y más recuerdos y el porcentaje de recuerdos dolorosos era mayor que el de recuerdos buenos. Nuestros pasos iban desapareciendo, nuestras piernas se cansaban, nuestros ojos se secaban y nuestras manos se perdían en las de personas que no nos merecían. Resultaba doloroso ver que tan solo nos conocíamos a nosotros mismos por nuestras cicatrices, que las sonrisas no nos pesaban tanto, que veíamos solo lo que queríamos ver. Resultaba doloroso ser uno mismo pero no nos quedaba otra.
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