lunes

Y bien, tú quieres tenerme pero, ¿te paraste a pensar lo que esto conlleva?
Tendrás que luchar con un corazón terco y roto.
Tendrás que vivir con un millón de desquiciantes manías.
Tendrás que besarme cuando no quiera besos y que abrazarme cuando mis brazos no tengan fuerza para alzarse.
Tendrás que quedarte ahí como no se quedó nunca antes nadie.
Tendrás que escuchar mil batallas que no gané.
Tendrás que aguantar mis días tontos.
Tendrás que pelearte y discutir conmigo.
Tendrás que tener ganas de matarme a ratos y ganas de arrancarme el aire a besos.
Tendrás que darme la mano y hacerme las cosquillas hasta que me quede dormida.
Tendrás que decir la verdad pase lo que pase.
Tendrás que ponerme a prueba y ponerte a prueba a ti.
Tendrás que respetar mis días de soledad y no separarte de mí aquellos días que necesite calor.
Tendrás que dejarme tu camiseta cuando despertemos juntos.
¿Aceptas las condiciones?

MB.

Recuérdame como unos cuantos segundos malgastados, como un pequeño hilo de voz casi imperceptible, como aquel eco de tus pasos. Recuérdame como aquello que te prometió que te iría bien, que algún día le darías la razón. Tan solo recuérdame.

domingo

Pequeño nudito en el estómago que antes estaba formado por mariposas y ahora por dolor, por tensión acumulada y por besos no dados. Su cuerpo se desplomó de forma voluntaria sobre aquella cama fría, ancha y vacía como siempre. Sus ojos oscuros comenzaron a volverse de otro color teñidos por aquellas lágrimas saladas. Esa respiración pausada provocada por un corazón pequeño y fuerte que se piensa el seguir latiendo, mueve ligeramente la lámpara situada justo sobre ella. Su pelo rizado acariciaba el suelo y sus brazos abrazaban sus propias caderas pues los de nadie más querían rozarlas. Los dedos de sus pies se movían ligeramente al ritmo de los graves de aquella canción y de repente sus párpados se cerraron, pesaban demasiado como para mantenerlos abiertos. Un mundo maravilloso apareció de la nada acosado por todos aquellos recuerdos que se ataban a sus piernas impidiéndole andar. Un millón de tormentas le rodeaban y el frío provocaba que su piel se erizase. Preguntas sin respuestas relantizaban su respiración y su aliento se volvió gélido.