sábado

Hace tiempo que no gritaba, que el sonido no sonaba tan fuerte como para obligarme a dejar de escucharme a mí misma. Hace tiempo que no sentía el mundo sobre mis hombros en vez de bajo mis pies. A veces me pregunto qué soy, qué estoy haciendo bien pues sé todo lo que estoy haciendo mal. A veces los errores aparecen en mi piel, se transforman y calan hondo. Esa sensación, no saber a dónde mirar, esos momentos de desconcierto. Quizás comience a recordar o quizás deje de hacerlo. Sé qué meta quiero pero no sé qué camino escoger, de tanto tropezar mis pies se han inmovilizado, mis rodillas ya no responden. Son espirales que una vez te absorben, te aprietan las costillas hasta conseguir que el fino aire que viaja por tu cuerpo cese.

domingo

Puedes.

Ves todos tus errores, todas esas cosas que antes dolían tanto. Quizás sin ellos no estarías aquí, ¿verdad? Porque al fin y al cabo, todos somos errores y tú eres un error.
Hay distintas clases de errores: aquellos que nos joden pero pasan sin darle más importancia, aquellos que duelen un largo periodo de tiempo y aquellos que duelen para siempre. Hay distintas formas de afrontar los errores: aprendiendo de ellos o pensando que somos las personas más desafortunadas del mundo, que nos los merecemos y hundiéndonos más y más en cada problema por pequeño que sea.
Hacemos nuestros caminos a base de pequeños pasos mal dados que llegan a grandes destinos que se alcanzan solo con valentía, no hay más. Pretendemos que las cosas se hagan solas, pensamos que somos los más fuertes del mundo o todo lo contrario, que solos no somos nadie, que no podemos. Tú eres tu único apoyo, eres la única persona que podrá afrontar tu vida, nadie puede hacerlo por ti.
Eres grande y capaz, mereces sonreír y sabes que lo harás tarde o temprano, ¿qué consigues si tiras la toalla? Sé un ejemplo para ti mismo y para todos los que te quieren. Afronta los errores con una sonrisa, levántate y aprende. Cúrate esas heridas y no malgastes el tiempo. Equivócate, ríe, sueña. Sé feliz. Sé la persona que quieres ser, no la que los demás quieren que seas.

lunes

Y bien, tú quieres tenerme pero, ¿te paraste a pensar lo que esto conlleva?
Tendrás que luchar con un corazón terco y roto.
Tendrás que vivir con un millón de desquiciantes manías.
Tendrás que besarme cuando no quiera besos y que abrazarme cuando mis brazos no tengan fuerza para alzarse.
Tendrás que quedarte ahí como no se quedó nunca antes nadie.
Tendrás que escuchar mil batallas que no gané.
Tendrás que aguantar mis días tontos.
Tendrás que pelearte y discutir conmigo.
Tendrás que tener ganas de matarme a ratos y ganas de arrancarme el aire a besos.
Tendrás que darme la mano y hacerme las cosquillas hasta que me quede dormida.
Tendrás que decir la verdad pase lo que pase.
Tendrás que ponerme a prueba y ponerte a prueba a ti.
Tendrás que respetar mis días de soledad y no separarte de mí aquellos días que necesite calor.
Tendrás que dejarme tu camiseta cuando despertemos juntos.
¿Aceptas las condiciones?

MB.

Recuérdame como unos cuantos segundos malgastados, como un pequeño hilo de voz casi imperceptible, como aquel eco de tus pasos. Recuérdame como aquello que te prometió que te iría bien, que algún día le darías la razón. Tan solo recuérdame.

domingo

Pequeño nudito en el estómago que antes estaba formado por mariposas y ahora por dolor, por tensión acumulada y por besos no dados. Su cuerpo se desplomó de forma voluntaria sobre aquella cama fría, ancha y vacía como siempre. Sus ojos oscuros comenzaron a volverse de otro color teñidos por aquellas lágrimas saladas. Esa respiración pausada provocada por un corazón pequeño y fuerte que se piensa el seguir latiendo, mueve ligeramente la lámpara situada justo sobre ella. Su pelo rizado acariciaba el suelo y sus brazos abrazaban sus propias caderas pues los de nadie más querían rozarlas. Los dedos de sus pies se movían ligeramente al ritmo de los graves de aquella canción y de repente sus párpados se cerraron, pesaban demasiado como para mantenerlos abiertos. Un mundo maravilloso apareció de la nada acosado por todos aquellos recuerdos que se ataban a sus piernas impidiéndole andar. Un millón de tormentas le rodeaban y el frío provocaba que su piel se erizase. Preguntas sin respuestas relantizaban su respiración y su aliento se volvió gélido.

sábado

Crecer se convirtió en nuestro peor castigo, nuestra memoria se iba llenando de recuerdos, de cada vez más y más recuerdos y el porcentaje de recuerdos dolorosos era mayor que el de recuerdos buenos. Nuestros pasos iban desapareciendo, nuestras piernas se cansaban, nuestros ojos se secaban y nuestras manos se perdían en las de personas que no nos merecían. Resultaba doloroso ver que tan solo nos conocíamos a nosotros mismos por nuestras cicatrices, que las sonrisas no nos pesaban tanto, que veíamos solo lo que queríamos ver. Resultaba doloroso ser uno mismo pero no nos quedaba otra.

Cicatrices imborrables.

Ella volvía a llorar, las causas eran las mismas. Temblaba, su cuerpo estaba en ruinas, su corazón estaba completamente destruido, como sus sueños. Unas manos de alguien que no merecía tocarla lo hizo, de nuevo el mismo autor de los mismos hechos. Heridas, hematomas se unían en sinfonía con las crecientes cicatrices de sus muñecas. Tan solo quería desaparecer, siempre había querido desaparecer. Nunca tuvo suerte, nunca la quisieron. No valía para nada, no sabía por qué estaba en el mundo, todo se volvía cada vez más gris. "Debo aguantar" pensaba, "quizás me lo merezca, pues nunca fui buena, quizás sea el karma". ¿Cuánto vales? ¿Qué eres? No vales nada, no eres nada. No había peores palabras que las que se dedicaba a ella misma. Golpes, solo podía sentir el suelo frío mientras su cuerpo era zarandeado como el de una muñeca de porcelana. Me faltan fuerzas y oxígeno, me falta valentía. Puedo llegar al punto de salir de mi cuerpo, ver las magulladuras y examinarme a mí misma desde fuera mientras me río y pienso "me lo merezco, no soy nada". Al fin y al cabo, solo quiero dejar de estar aquí y tú me estás ayudando a ello, tan solo rezo para que tus patadas me lleven lejos, para salir de mi cuerpo, quedarme fuera y ver como tú quizás, llores por mí o te alegres, sintiendo gran orgullo por tu obra. Habla una persona que no sabe como es su verdadera risa a carcajadas, que tan solo conoce el sonido verdadero de su llanto, de sus nudillos contra aquella pared manchada de lo que contienen sus venas. Nerviosismo, me atragantaba con mi propio vómito que buscaba salir de mi cuerpo, llevándose las pocas fuerzas que me quedaban. De repente, mi corazón no sé cómo, comienza a acelerarse más y más cada vez, comienzo a respirar profundo, grito pero nadie me oye y lloro cada vez más, siento como te acercas pero estás demasiado lejos. ¿Me escuchas gritar? ¿Me escuchas gastar mi último ápice de aire en ti? ¿Escuchas como te pido ayuda? Mira mis muñecas, mira mis muslos, mira mis ojos, mírame a la cara. Mira todo lo que has hecho, en lo que me he convertido, mira todo aquello por lo que debería sentirme agradecida. No te preocupes pues algunos momentos felices recuerdo, algo bueno hubo, me hiciste ser así, me enseñaste lo que es el dolor, en lo que nos convertimos por nuestro pasado. Me enseñaste lo que es el egoísmo, al fin y al cabo, te portaste bien conmigo porque era lo que me merecía. Tan solo espero que no me eches de menos, que guardes todo aquello que pueda recordarte a mí, que valores cada abrazo y cada esfuerzo, que sepas ver todo aquello que eras para mí, lo bueno y lo malo. Sé que no pides mi perdón, que nunca lo pediste y que nunca lo pedirás pero lo tienes, de corazón te perdono, de corazón te quiero. Quiero que recuerdes también, todas esas horas de música y de sonrisas, algún que otro gesto de cariño no merecido aunque merecido a tus ojos. Quiero que recuerdes las horas que no hablamos, las cosas que no te conté, las horas que no lloramos. Quiero que no me olvides y que a pesar de todo, de lo que soy, no me recuerdes como algo malo, como algo que destrozó tu vida. Gracias por haberme dado todo lo que me diste, no esperaba más de ti.

martes

Pequeña.

Ella, ella era pequeña y enorme a la vez. Tenía una mirada que lo decía todo, tristeza, nostalgia, un pasado al que no quería volver. Esa atmósfera de niña pequeña, su curiosidad, sus manos que alcanzaban todo aquello que le rodeaba, que hacían que nada pareciese imposible. Tenía los labios más bonitos que yo había visto, suaves, apetecibles y siempre curvados creando esa gran sonrisa por la que todo el mundo le conocía. Su pelo en constante movimiento cubría sus caderas y bailaba cuando ella caminaba iluminando con su magia cualquier ciudad, cualquier país, cualquier continente o cualquier rincón por pequeño que fuese. Su voz era dulce, distinta y nunca dudaba cuando tenía que alzarse, lo hacía sin miedo. Sus piernas habían andado más que las de cualquier otro mortal, llenas de cicatrices, la definían. Su corazón sí que estaba lleno de cicatrices, de esas infinitas que no se acababan nunca, de heridas abiertas que no dejaban de sangrar, su corazón bombeaba vodka, un vodka tan amargo y dulce a la vez que nadie era capaz de probar, ¿alguna vez probaste el vodka con caramelo? Sabía exactamente igual.
Por sus poros nicotina, y nada más bonito que un cigarro verde entre sus labios y que sus pupilas dilatadas. Mecanismo de defensa que no curaba pero que hacía olvidar.
Autoestima por los suelos no, más abajo. A pesar de que en ella era inexistente, sus abrazos, sus palabras hacía que brotase en los demás, siempre veía algo bueno en los demás.
Ella, era una de esas personas que parecen hacer a medida para ti y para que seas feliz.

domingo

Mientras mi razón gritaba que estoy mejor sin ti, mi corazón no dejaba de recordarme lo muchísimo que te extraño.

viernes

Y con ironía grité ante aquellos inmensos y vacíos ojos: "Cómo han cambiado las cosas, ¿verdad?
Sigo siendo la misma imbécil que se enamora de alguien cuyo corazón está ocupado por recuerdos." Y él forzó una sonrisa. Su corazón se llenó de lágrimas pero poco le importó, al fin y al cabo, yo tan solo sería una víctima más, la cicatriz estaría clavada en mi piel.
Un  "Búscame si me necesitas, yo no volveré a hacerlo" salió de mi boca mientras mis lagrimales vaciaban el poco sentido que tenía esta frase contigo, nunca fui capaz de engañarme con esto, tonta de mí.
Tan solo esperaba unas cuantas palabras bonitas, un abrazo, un beso o una extensa disculpa pero no encontré nada, silencio. Sin respuestas, de brazos vacíos pretendía volver a recorrer aquel camino que nos vio estrecharnos, tan solo la idea me mataba, me taladraba el cerebro y abría mi pecho en canal, haciendo que mis latidos fuesen cada vez más lentos, que cada vez sonasen menos.
"¿No vas a decir nada?" dije con un tono de voz apagado mientras intentaba que mis lágrimas cesasen. Silencio fue su respuesta, más silencio, más ausencia.
Pude crear en mi cabeza de nuevo el perfecto mapa de tus manos por el que pretendía perderme. Volví a caer en el laberinto vacío de tus entrañas y de nuevo me perdí. Quizás si tú me buscas yo me encuentre.
Aquel dolor golpeó desde la planta de mis pies hasta aquella frente que te encantaba besar. ¿Dónde quedaron nuestras ganas? ¿Dónde se esconden nuestras fuerzas? ¿Dónde permanece todo aquello que fuimos y que tanto deseaba ser contigo? ¿Dónde estás?
Como único destino, como única respuesta encontré el echarte de menos.
Vendería mi alma por tener tu olor en mi pelo otra vez.

¿Fuiste, eres, serás o fuimos, somos y seremos?

Recuerdo tus manos, como encajaban a la perfección con las mías, nuestros ojos hablando por nosotros mientras nos enredábamos congelados por aquel frío externo que nos hacía temblar, corazones ardiendo y mentes inmóviles. ¿Cómo fue aquel te quiero? Recuerdo aquel rincón, justo el nuestro, donde tus abrazos susurraron a gritos lo que las palabras no podían expresar. Quizás una actuación fingida, tan solo recuerdos, tan solo el fantasma de aquel último beso, de aquel ultimo adiós que no fui capaz de cerrar, como si no me fuese, como si no te fueses. Aquella columna, aquel pedazo de alma que se quedó allí contigo y que aún permanece aunque no puedas verlo. Gestos lentos, no necesitaba hablar para decir todo aquello que ambos queríamos escuchar. Fuimos perfectos.