martes

Pequeña.

Ella, ella era pequeña y enorme a la vez. Tenía una mirada que lo decía todo, tristeza, nostalgia, un pasado al que no quería volver. Esa atmósfera de niña pequeña, su curiosidad, sus manos que alcanzaban todo aquello que le rodeaba, que hacían que nada pareciese imposible. Tenía los labios más bonitos que yo había visto, suaves, apetecibles y siempre curvados creando esa gran sonrisa por la que todo el mundo le conocía. Su pelo en constante movimiento cubría sus caderas y bailaba cuando ella caminaba iluminando con su magia cualquier ciudad, cualquier país, cualquier continente o cualquier rincón por pequeño que fuese. Su voz era dulce, distinta y nunca dudaba cuando tenía que alzarse, lo hacía sin miedo. Sus piernas habían andado más que las de cualquier otro mortal, llenas de cicatrices, la definían. Su corazón sí que estaba lleno de cicatrices, de esas infinitas que no se acababan nunca, de heridas abiertas que no dejaban de sangrar, su corazón bombeaba vodka, un vodka tan amargo y dulce a la vez que nadie era capaz de probar, ¿alguna vez probaste el vodka con caramelo? Sabía exactamente igual.
Por sus poros nicotina, y nada más bonito que un cigarro verde entre sus labios y que sus pupilas dilatadas. Mecanismo de defensa que no curaba pero que hacía olvidar.
Autoestima por los suelos no, más abajo. A pesar de que en ella era inexistente, sus abrazos, sus palabras hacía que brotase en los demás, siempre veía algo bueno en los demás.
Ella, era una de esas personas que parecen hacer a medida para ti y para que seas feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario