miércoles

Caminábamos de la mano por ese oscuro y frío pasillo. Lo único que podíamos escuchar eran murmullos sordos, no estábamos solos. Por un instante, esas voces cesaron, y con estas, también la suya. Cuando dejé de escuchar el dulce susurro que emitía, comencé a sentirme vacía y me dí cuenta de que mi vida no era posible sin esos pequeños defectos que le hacían perfecto, que solo existía cuando le tenía cerca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario