miércoles

Desconcertada por mi tardanza, salí al pasillo como alma que lleva el diablo, pasé la esquina y un golpe seco retumbó en todo el instituto. Yo como siempre distraída, él como siempre, en medio.
-¡Lo siento! -me apresuré a gritar mientras levantaba la vista con desprecio.
-¡No te preocupes preciosa! -contestó él con una inmensa sonrisa. Entonces me fijé en la dulzura de su rostro, esos malditos ojos marrones no son normales.
Me ayudó a recoger todas las carpetas y cuadernos que habían caído al suelo. De repente me envolvió una magia que no había sentido antes, el amar a primera vista y Lisbeth no se llevaban bien.
-¿Adónde vas?¿Quieres que te ayude?- dijo él balbuceando como un imbécil.
-Solo voy a clase de historia, pero si quieres acompañarme...
Él sonreía, no dejaba de hacerlo, algo que agradecía enormemente.
Por el largo y frío pasillo, se oían nuestros pasos sordos, a un mismo compás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario